Conrado de Montferrat, un cruzado italiano , se preparaba para su coronación como rey de Jerusalén, en Tiro, en abril de 1192. Mientras avanzaba por una calle estrecha de la ciudad, fue atacado por dos hombres disfrazados de monjes, que lo apuñalaron hasta dejarlo muerte.
Aunque los historiadores aún especulan quién ordenó el ataque, hay pocas dudas sobre la identidad de los asesinos. No eran monjes, sino miembros de una secta musulmana secreta con fortalezas asentadas en lo alto de las montañas de Persia y Siria . Con sede en un castillo persa impenetrable, Alamut, estos agentes se especializaron en asesinatos selectivos y espionaje. Infiltrándose en las filas de sus enemigos, golpeaban a sus objetivos, a menudo con cuchillos, y estaban dispuestos a morir por su misión. Los enemigos sirios los llamaban Hashashim.

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